Elsa Atalaya de Rodríguez, noble dama natural de Celendín, tejedora incansable de sombreros, es la heredera de un arte que pareciera estar en peligro de extinción.
Doña Elsa, aprendió a tejer la paja toquilla a los 8 años. Sus maestras fueron su madre y su abuela, y su graduación la obtuvo con los años. Con cada nuevo sombrero, perfeccionó su arte.
“Cada vez que tejo un sombrero me siento feliz porque regreso a mi tierra y a mis años de infancia. Es un retorno a mi querido Celendín. El sombrero es una prenda de vestir elegante, nunca pasa de moda”, expresa doña Elsa, esbozando una sonrisa.
La paja toquilla (fibra vegetal) que se utiliza para la confección de los sombreros, se siembra y cosecha en la zona de Rioja (región San Martín) y se vende los domingos en el mercado de La Alameda de Celendín. Allí obtiene doña Elsa la materia prima para su variada producción.
Con esta fina fibra vegetal doña Elsa ha confeccionado sombreros para damas y caballeros, pendientes, monederos, ganchos, cofres, posavasos y adornos para centro de mesa, todo cuanto la imaginación pueda crear. El tejido de un sombrero puede durar de un día a ocho meses, según su calidad y finura.
Doña Elsa confecciona sombreros que requiere un número exacto de puntos en cada hilera del tejido. Finalmente este se lava y blanquea, antes de plancharlo y hornearlo.
Hoy, los tejedores transmiten sus conocimientos a las jóvenes generaciones. Para las comunidades que la perpetúan, esta tradición artesanal constituye un rasgo distintivo de su identidad y un componente de su patrimonio cultural.
El arte de tejer la paja toquilla es un patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, reconocido internacionalmente por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés).
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